Entonces empujé lentamente el plato de comida hacia el centro de la meza mientras empezaba a llorar delante de mis tías y de una señora que no conocía.

Estábamos en la meza de la cocina donde estábamos reunidos para almorzar. Tenía 16 años y ese día escuchaba a mis tías hablar mal de mi padre, y lo hacían también de mi madre. Los calificativos eran humillantes, burlándose aún de la comida que ella preparaba. 

Empezaban a imitar cómo hablaba mi padre y sentía impotencia por no levantarme y callarlas. Jugaba en mi mente a que les tiraba el plato con su comida y salía corriendo…. pero la verdad es que no podía. 

Mientras se burlaban esa señora se agachaba como sintiendo vergüenza ajena.

De impotencia y pena empecé a contener esas emociones que me animaban a explotar. Mis ojos no se contuvieron, mis energías se ahogaron y mi fuerza de voluntad quedó completamente agonizando.

El plato quedó allí frente a ellas y llorando con la cabeza gacha, lo hacía tan fuerte que todas callaron. Ese silencio entre mis llantos me hacía sentir tan inseguro y tan solitario otra vez.

Luego escuché a la señora decir a mis tías que no deberían ser así… ellas decían que sólo estaban bromeando… finalmente me puse de pie y lentamente salí de la cocina y todas ellas calladas se quedaron.

Caminé lejos de esa casa y nadie dijo nada más. Me recosté en la cama de mi abuela y  atesoré el cariño y amor por mis padres.

¿Puede la gente dañarte y herir tus sentimientos sin pensar que sus esfuerzos te harán más fuerte?

Eso es lo que pasó, mi vida prosiguió para lograr los objetivos trazados, teniendo siempre en alto el valor que tiene mi familia.

Nadie debería ocultar sus sentimientos y manifestar abiertamente lo que dice su corazón. Sabido es que el mundo con su sabiduría te hará añicos y menospreciará tus tejidos de seda para convertirlos en nada. Pero para ello hay que estar preparados, para sobreponernos y con hidalguía proteger y amar lo que es nuestro, tu mas valioso tesoro, el amor por los tuyos.

Solamente cuando nos encontramos siendo golpeados por el viento tempestuoso es cuando aflora nuestros más íntimos temores y queremos reaccionar como niños (llorar, miedo y desesperación, etc) pero no lo hacemos porque como adultos hemos aprendido a ocultarlo. No es malo mostrarse como uno siente. Solamente que debemos estar preparados para la interpretación de la escoria y si eso lo superas nadie podrá  frenar la esencia dulce de tu carácter.

Si yo tuviera la oportunidad de volver al pasado, a los momentos en qué pasó este dulce amargo desafío. Me buscaría y me daría un abrazo muy fuerte y me diría a mi mismo: Roberto se fuerte, no te desanimes, confía en ti, en tus sentimientos y lucha por los que amas. Me miraría a los ojos y diría a mi yo de jovencito: Te amo y no sabes cuánto valor tienes…